En el mes de mayo de 1910 la prensa informaba sobre las
mejoras que se habían efectuado en el Vapor Alfonso XII de la Compañía
Trasatlántica con motivo de su viaje a Argentina para llevar a la
representación española, al frente de la cual iría la Infanta Isabel, que iba a
participar en los actos de conmemoración del centenario de la independencia del
país sudamericano. El gobierno español quiso dar a este viaje una gran
difusión periodística, para lo que invitó a formar parte de la comitiva a los
directores de los periódicos más importantes del país. El 1 de mayo de 1910, la
expedición partió en tren de Madrid con destino a Cádiz, en donde embarcaron en el vapor Alfonso XII, el cual causó asombro
entre los pasajeros cuyo comentario mayoritario fue que se trataba de un
verdadero palacio flotante por su suntuosa decoración y grandes comodidades.
Entre las reformas efectuadas por la compañía se dotó al
trasatlántico de una estación de telegrafía sin hilos, sistema Marconi,
instalación efectuada por el ingeniero M.H. Kosber, convirtiéndose así en el primer buque de la marina
mercante española en disponer de este sistema de comunicación. El Alfonso
XII partió de Cádiz el 3 de mayo a las cuatro de la tarde, formando convoy
con el Patricio de Satrústegui, de la misma compañía, en el que viajaba
el resto de la representación española y que también iba provisto de una
estación de radiotelegrafía Marconi.
El capitán del Alfonso XII en este viaje fue Manuel
Deschamps y Martínez, distinguido con la Cruz al Mérito Naval con distintivo Rojo
por su actuación destacada y valerosa en la Guerra Hispano Norteamericana,
burlando el bloqueo efectuado por la armada estadounidense al mando del Vapor Montserrat
en el que transportaba, pasaje, correspondencia, soldados, jefes y
oficiales. Deschamps fue autorizado a comunicar, durante la travesía, con la
estación radiotelegráfica de Gibraltar.
El periodista M. de Valdeiglesias, que viajaba en el Alfonso
XII, escribió el día 5 de mayo de 1910 un artículo[muy interesante sobre las primeras experiencias de
telegrafía sin hilos efectuadas desde dicho buque y que nos permite conocer
cómo se desarrollaron:
"[...] Durante la noche hemos dejado atrás al
Satrústegui. En el mar no se ve ningún barco; en cambio tenemos la
dicha de ver tierra. Es un pedazo de costa española: pasamos ante la Gran
Canaria. La Infanta Isabel desde el puente, contempla la costa con el auxilio
de sus anteojos prismáticos. El Alfonso XII ha pasado por entre Fuerteventura y Gran Canaria.
[...]".
"[...] Como en los días anteriores, nuestra
preocupación principal ha sido preguntar a los telegrafistas si se han
recibido noticias de España. La respuesta es siempre negativa. Reciben sin
cesar mensajes de Londres y de todos los buques que navegan a 200 y más millas
de distancia; pero de España, nada. Únicamente al segundo día de
navegación se recibió un radiograma del
marqués do Comillas, saludando a la Infanta y preguntando si era feliz la travesía... Su
Alteza nos mostró el papelito azul, que era un alegre recuerdo de la tierra ya lejana.
Muchas veces habíamos leído las maravillas que se cuentan
de la telegrafía sin hilos. Sabíamos cómo a largas distancias se comunican
unos buques con otros por medio de las misteriosas ondas hertzianas, si van provistos de
aparatos receptores y transmisores. Pero la realidad es superior a las encomiásticas referencias, y no deja de producir
gran impresión el hecho de que, mientras desde la toldilla del buque sólo se
ve la inmensidad del mar y del cielo, por el aparato receptor, colocado en una
de las antenas del buque, puedan recogerse signos y palabras que llegan a través del
espacio y que un empleado traduce, como cualquier telegrafista los puntos y
rayas del Dúplex, o las letras del Morse.
Uno de los radiogramas que hemos recibido decía:
«Capitán del trasatlántico italiano Córdoba al capitán del Alfonso XII.—Haga el favor de decirme su rumbo, velocidad a que navega y
día y hora, aproximadamente, en que se propone llegar a Cabo Verde. Yo llevo
la misma dirección, y deseo encontrarle.—Montebello.»
Inmediatamente se ha escuchado en el cuarto de la
telegrafía sin hilos un ruido desagradable, estridente, como de chin-chin, que
crispa los nervios. Al mismo tiempo han rasgado el espacio vivos fulgores, parecidos a relámpagos... Es que el telegrafista transmite la
contestación:
El capitán del Alfonso XII al capitán del Córdoba.—Rumbo
entre Fuerteventura y Gran Canaria. Navegaré 14 millas hasta seis mañana, en
que será a 16. Pienso estar en San Vicente al medio día del 7. Deschamps.» […].
Entre el Córdoba y el Alfonso XII se
siguieron intercambiando radiogramas y posteriormente otro trasatlántico, el Principe
Udini que llevaba la misma
dirección, se puso en contacto con el vapor español, al que envió un mensaje de
salutación.
Valdeiglesias menciona en su artículo que "[...]
llegaban también a bordo noticias de la estación radiotelegráfica de Clifton, en Irlanda, comunicándonos pormenores
de la lucha entre Lores y Comunes;
noticias del viaje de Roosevelt, de los disturbios de Albania, de los
escándalos producidos en la Bolsa de Nueva York por la baja del caucho
[...]".
Desde el Alfonso XII se habían emitido numerosos
radiogramas con destino al gobierno español, a los periódicos cuyos
representantes viajaban en el vapor, etc. sin que de los mismos se recibiese
respuesta, quizás porque no llegaron a su destino, o también porque los barcos
que los pudieron escuchar no los retransmitieron. El único mensaje emitido
desde tierra que se había recibido hasta entonces en el Alfonso XII tras
su salida de Cádiz fue el enviado el segundo día de navegación por el Marqués de Comillas saludando a
la Infanta y preguntando si era feliz la travesía.
La opinión sobre la telegrafía sin hilos manifestada el 5
de mayo de 1910 por el periodista que viajaba a bordo del vapor de la Compañía
Trasatlántica, protagonista de los primeros ensayos del sistema inalámbrico
de comunicación en un buque mercante
español fue la siguiente:
[...] Las comunicaciones por mar entre buques provistos,
naturalmente, de los necesarios aparatos, manejados estos precisamente por
empleados de las Sociedades Marconi reunidas, llegan, en su mayor parte hasta
una distancia de 250 millas. En las transmisiones a mayor distancia puede
ocurrir lo que nos ha ocurrido a los viajeros del Alfonso XII. Sobre todo, si
algún buque no quiere transmitir lo que recibe, que también se dan casos.
Pero esto no quiere decir nada en contra del maravilloso invento.
Resuelto en principio el problema de que los buques que
navegan de Europa a América, y viceversa, tengan comunicación diaria con ambos continentes, es
ya cuestión de muy poco tiempo
la completa resolución.
Lo que tarde en hacerse obligatoria a todos los trasatlánticos la instalación do los
aparatos adecuados; lo que se tarde en obligar a los barcos a que transmitan
los mensajes que reciban; lo que se tarde en reunir un congreso internacional
para discutir el asunto, de cuya importancia no hay para que hablar."
Ese mismo día 5, el Ministro de Estado, Manuel García
Prieto, había enviado un radiograma a través de la estación radiotelegráfica de
Gibraltar dirigido al Alfonso XII para la Infanta Isabel en el que le
comunicaba que el Rey, la familia real y las familiar de los miembros de la
misión española que viajaba a Argentina se encontraban bien. Dicho mensaje no
llegó a ser recibido en el vapor español, siendo emitido de nuevo al día
siguiente a la estación de Cabo Verde para que lo reexpidiera desde allí.
El Alfonso XII efectuó una escala técnica en Cabo Verde para carbonear, tras lo cual reanudó la navegación a una velocidad de 18
millas por hora, con el fin de arribar a Buenos Aires en la mañana del 18 de
mayo, llegada que se cumplió puntualmente. La Infanta Isabel fue recibida con
gran solemnidad por el presidente de la República Argentina, recorriendo en carruaje descubierto el
camino hasta la Casa Rosada. Durante las dos semanas que duró la estancia en
Argentina, el programa de actividades fue agotador, con muestras constantes de
emotivos sentimientos de simpatía hacía España.
El 2 de junio de
1910 el Alfonso XII emprendió el
viaje de regreso a España. Cuando por fin efectuaba su salida soltando cabos,
una gran multitud se agolpaba en el puerto bonaerense para despedir a la
Infanta y a la numerosa
comitiva que le acompañaba. El viaje fue todo un éxito político para
España, cuya monarquía salió reforzada en su prestigio y amistad con la
nación argentina.
El vapor Alfonso XII puso entonces rumbo a las Islas
Canarias y con gran sorpresa para la población tinerfeña, el 15 de
junio de 1910 aparecía en la prensa de la capital, un edicto del alcalde en el
que anunciaba la visita real, que viaja a bordo del vapor de la Compañía
Trasatlántica. Tres días después,
el 18 de junio a las siete de la mañana, el Alfonso XII fondeó en el antepuerto de Santa Cruz. La
Infanta Isabel de Borbón y su séquito fueron recibidos por las autoridades, con una protocolaria ceremonia
tras la cual dio comienzo la visita.